La piel se compone de glándulas sebáceas, que son las glándulas grasas que producen lípidos como el colágeno y por glándulas sudoríparas, que son las que regulan la hidratación de nuestra piel y producen el sudor.
Éstas dos glándulas son distintas en cada persona e incluso en distintas zonas del cuerpo. Según su estado y la combinación entre ellas tendremos los distintos “tipos de piel”.
Veamos los distintos tipos de piel y si reconoces cuál es la tuya para saber su cuidado.
- Piel normal o eudérmica: La hidratación y los lípidos de la piel están equilibradas, lo que produce una piel fina, flexible, sin brillos grasos. No presenta descamaciones evidentes y es poco probable que aparezcan impurezas como granos, poros abiertos o espinillas.
La mejor forma de cuidar éste tipo de pieles es mantener el equilibrio que ya existe.
Se deberían evitar los jabones con PH muy elevado y evitar exponer la piel a humedad contínua o cambios extremos de temperatura (agua muy caliente o viento muy frío por ejemplo).
- Piel combinada o mixta: Se caracteriza por presentar características tanto de la piel grasa (sobre todo en la zona T que incluye frente nariz y barbilla) como de la piel seca (sobre todo en las mejillas y los contornos del rostro).
Se recomienda usar limpiadores faciales con activos que reduzcan la producción de grasa (ácido salicílico) y cremas hidratantes no grasas.
La exfoliación está muy recomendada, ya que elimina tanto los excesos de sebo de las zonas grasas como las descamaciones de las zonas secas.
- Piel seborréica o grasa: Se caracteriza por tener una textura gruesa, con poros dilatados, aspecto aceitoso y un nivel de hidratación correcto. Es el tipo de piel que envejece más lentamente, ya que sus grasas, la protegen de los factores que causan el envejecimiento de la piel. Tiene tendencia a acumular espinillas, poros obstruidos y granos.
En este caso, recomendamos cuidar el estilo de vida, ya que la alimentación o el estado de ánimo puede influir notablemente en la producción de sebo.
Las limpiezas profundas periódicas ayudan a eliminar el sebo de los poros y la aplicación de cremas hidratantes no grasas.
- Piel seca: Se caracteriza por ser fina, tensa y estriada, con poros muy pequeños, sin brillo, de aspecto rugoso y con descamaciones (debido a la poca producción de sebo que causa una pérdida masiva de células en la capa externa de la piel). Al estar menos protegida por la descamación tiene más riesgo de sufrir infecciones.
La piel no puede retener bien la hidratación por diversas causas (factores ambientales, estilo de vida o genética), haciendo que las glándulas sebáceas no puedan producir los suficiente lípidos para proteger nuestra piel, con lo que se produce una falta de sebo en la piel.
La clave para cuidar este tipo de piel es la hidratación constante con cremas de alto nivel hidratante por el día y cremas con alto poder nutritivo por la noche.
- Piel deshidratada: Se caracteriza por presentar un aspecto “roto” o “separado”. Se suele confundir con la piel seca. Mientras la piel deshidratada es por la falta de hidratación, la piel seca comprende la falta de hidratación y sebo. Es importante saber distinguir estos dos tipos de pieles, para proporcionar a una piel deshidratada unos ingredientes que la hidraten pero que no le estimulen la producción de sebo.
- Piel sensible: Se caracteriza por enrojecerse muy fácilmente y por sufrir picor, irritación y comezón si no está bien tratada. Las terminaciones de éste tipo de piel son más sensibles que en otros tipos de piel y reaccionan más adversamente a estímulos externos.
Hay que tener especial cuidado con éste tipo de pieles, ya que algunos productos de cosmética y cuidado personal les pueden provocar una reacción adversa. Se deben buscar productos que contengan el máximo de ingredientes naturales y sin alérgenos.
Los productos GGcare son aptos para todo tipo de pieles, incluso las más sensibles, dañadas o médicamente tratadas.